lunes, 1 de octubre de 2018

Crónicas de un sueño 16



La pequeña Bruja y el mundo ocre


Aunque no sabría por donde empezar a narrar este extraño sueño, lo primero que recuerdo es observar una guerra entre dos bandos por ver quien explotaba una extraña esfera de brillo esmeralda en el extremo opuesto sobre la gran planicie de piedra caliza que se alzaba sobre nuestros pies. Era una situación que se asemejaba a un partido de fútbol. Cada bando; reino o quienes fuesen los que batallaban, poseían una extraña entidad divina y amenazadora. Los úrsidos dioses rugían y aplastaban a sus contrincantes con sus fauces y garras, arremolinando los cadáveres a sus espaldas. Sin ser consciente de los actos, servidor era uno de ellos.
No recuerdo el conflicto con exactitud pero en un preciso momento aquella esfera fue a parar entre las almohadillas de mis patas y la lancé fuera de los límites del terreno con la intención de finiquitar el conflicto bélico que no parecía tener fin. Sin percatarme de ello, la bestia rival se precipitó tras la brillante esmeralda hasta desaparecer de mi campo visual. La angustia convertida en terror recorrió mi pelaje. Aquel dios se elevó de entre las profundidades del abismo situándose a escasos metros de mi hocico.

No recuerdo las siguientes palabras pero sentí que se auguraba lo inevitable, para bien o para mal. Y así nuestros cuerpos se fundieron en uno, renaciendo en dos nuevas identidades dejando atrás una descendencia que proporcionaba a la humanidad un tiempo extra a su destrucción.



Lo siguiente que recuerdo es la silueta de una pequeña chica delgada de pelo corto azabache y de mirada penetrante. Aquel dios había renacido en un pequeño recipiente convertida en bruja y yo en un mero sirviente a sus órdenes, clavado a su sombra con el peso de la humanidad sobre mis hombros.

Viajábamos de polizones sobre una locomotora de vapor junto a dos acompañantes más, un chico y una chica de una edad que rondaba la nuestra. Sin poder cuestionar las decisiones de la bruja, observé como detenía con sus poderes el tren y despejaba del camino próximo a la derecha de las vías unas tijeras y se las guardaba en el bolsillo para seguidamente volver a su lugar permitiendo así que la maquinaría prosiguiese su itinerario. Tardé unos minutos en reaccionar cuestionándome aquella acción hasta que vislumbré en la lejanía una silueta que reconocía. Un chico de pelo erizado andaba sobre los escombros dirección al objeto que la bruja había requisado, un muchacho que resultaba ser la concepción de nuestra unión; dicho de otro modo, nuestro hijo (Aunque tuviese nuestra misma edad) De pronto, como si me hubieran disparado con la bala del conocimiento en la sien, profeticé sus intenciones. Deseaba que la guerra volviese a ocurrir y ese destino era nuestra última parada.


El grupo cansado del traqueteo decidió (o mas bien fue decisión de la bruja) descansar en la humilde morada de mis padres. Tras aquella puerta tosca de madera maltrecha ocultaba una pequeña sala amueblada y un sofá acompañado de una mecedora. Aquella rústica choza apestaba a humedad que neutralizada con la fragancia a madera de pino, ojalá hubiese alguna ventana para poder ventilar al espectro que ahogaba nuestros pulmones, ¿sería este hecho el detonante de la total ausencia de padre?

 La bruja sentada a la vera de una madre hechizaba, charlaban como si de una relación nuera-suegra se tratase y sin poder tan siquiera preguntar por su salud me levanté angustiado de la mecedora hacia el pequeño pasillo a la derecha que daba a cuatro habitaciones; dos pares, una frente a la otra. La primera tanda daba de izquierda a derecha con el baño y la cocina respectivamente y las del fondo con los dormitorios. De entre la pobreza de la alacena en la cocina pude rescatar un trozo de pan de ayer y lo devoré como si el sol no fuese aparecer de nuevo. Tras los últimos bocados, nuestros acompañantes salieron del baño (juntos, algo que daba que pensar pero así fue y así lo cuento) a los que acusé por no avisar. Odiaba meterme en el baño después de cenar, me parecía contradictorio sujeto a pena de muerte.
Enfurruñado volví al saloncito y allí seguían las dos, dándole al pico y hablando de mi pasado. La bruja me invitó a sentarme cerca y contar cierto incidente que me ocurrió de joven.

Hace muchos años cuando no era más que un pequeño crío completé un gigantesco puzzle de spiderman que ocupaba todo el suelo del escenario de un teatro. Las piezas eran mas grandes que mi propio cuerpo y las iba colocando por telequinesis, hecho que dejó intrigó a la adorable bruja, siendo la primera vez que veía curiosidad en su preciosa y perfecta cara de muñeca de porcelana. Volviendo al pasado del "atlas puzzle", justo cuando iba a colocar la última pieza, todo el equipo de iluminación sobre mi cabeza se vino abajo. Mágicamente estaba solo y pude zafarme de aquel trágico destino.

Cuando terminé el monólogo nos encontrábamos en aquel teatro de lo que actualmente no eran mas que peñascos ruinosos y escombros. Bajo toda esta enredadera se podía observar la reliquia de aquella gigantesca pieza de distracción. Nuestros compañeros animaron a la bruja para que despejase con su magia aquella marabunta de piedra y metal oxidado y tras hacerse muchísimo de rogar mostrando una mueca de pico de pato con sus rosados labios levantó la estructura metálica como si de papel se tratase. Una bocanada de nostalgia golpeó mi alma retrocediendo a mi infancia.

"¡Muchas gracias, te comía la boca!" Bromeé

"¡Que la bese!" Vitorearon desde las gradas aquel par de incordio.

La bruja con los brazos cruzados giró la cabeza con arrogancia y acercándome sutilmente la abracé con ternura para finalmente besar sus dulces labios. Sin terminar siquiera de saborearlos me apartó de un empujón. No atisbaba a comprender como aquella figura artística rellena de crueles sentimientos llegaría alguna a vez a visualizar un rostro de mejillas y nariz sonrojadas.

"¿Era finalmente humana?"
"¿La conexión que sentía con ella tras la concepción de nuestros cuerpos significaría algo más profundo que una reconstrucción a una nueva guerra?"

Al final nuestro viaje no había hecho mas que empezar, ni tan siquiera supe quienes eran nuestros acompañantes, ojalá todo hubiese durado más para seguir viviendo aquella vida ocre de olor a madera.