domingo, 9 de agosto de 2015

Crónicas de un sueño 8.2


-secuela indirecta de Crónicas de un sueño 8.1-


Me encontraba en un centro comercial abarrotado de gente que chocaban entre si. La muchedumbre caminaba descontrolada por todas aquellas inmensas tiendas de textil. El centro comercial se componía de varias plantas y no sabría decir si me encontraba en la mas alta. Lo que si puedo decir con certeza es la existencia de una barandilla a mi derecha podía observar una planta inferior igualmente atestada de personas.
Noté como entre la muchedumbre, unas manos a mi izquierda levantadas reclamaban mi presencia. Unos amigos sentados alrededor de una mesa circular merendaban unos calientes cafés. El humo que desprendía las tazas delataba su temperatura. Notaba que era temporada invernal. Los adornos navideños colgaban de cada extremo de las salas. También podía observar algunas decoraciones navideñas en cada tienda ademas que todos vestíamos con ropa de invierno.
Me acerqué a mis amigos que preguntaron por los estudios y lo que iba a hacer a partir de entonces. Como era algo que había repetido tantas veces en mis experiencias en vigilia me saltaré los detalles. Tras aquello, desde una mesa lejana y tras un escenario de karaoke me llamaron unos profesores de bachillerato preguntándome por lo mismo. Les volví a responder con la misma canción hasta que noté que sobraba entre ellos.
Me despedí de mis amigos y volví al lugar de inicio con las barandillas a mi derecha. Al fondo estaba la gran escalera mecánica que bajaba a la planta inferior.



Anduve hasta que avisté a lo lejos; entre la gran marea de cabezas y cuerpos, una preciosa cabellera castaña. Su grácil y sedoso cabello bailaba al son de sus pasos. Allí en la lejanía estaba mi amada, aquella persona a la que le debía una disculpa, aquella persona que no podía sacarme de la cabeza, Kosaki Onodera.



Aligeré mi paso todo lo que pude. Aparté a todas las personas que me lo impedían pero grandes cuerpos robustos me paraban continuamente. Desesperado buscaba su sinuosa y perfecta figura que ataviaba su frecuente uniforme escolar blanco con minifalda azulea. 

Grité

Grité en valde puesto que mis súplicas no llegaron a sus oídos y la perdí entre la muchedumbre.
Decepcionado me detuve. Y con ojos llorosos maldije mi estampa no en vano volvería a encontrarme con ella. Fuera como fuese. Es una promesa que debo cumplir. Debo alcanzarla y se que algún día lo conseguiré. Espérame Onodera porque llegaré a ti en nuestro mundo Onírico tan pronto como pueda avistar aquella figura que me pierde en mis pasiones. 

Juro que no pararé hasta disculparme.
Juro que mis crónicas sobre este periplo quedaran grabadas aquí.
Hasta entonces, 
Te buscaré.



-Continuación en Crónicas de un sueño 8.3-

viernes, 7 de agosto de 2015

Crónicas de un sueño 8.1




La noche era estrellada, una cálida brisa nos acariciaba. A lo lejos contemplé mi objetivo, una pequeña hoguera al raso que la flanqueaban algunas sombras que no pude determinar. 
Cuando llegué, me senté sobre la hierba con la intención de calentarme los huesos. A mi vera se encontraba una chica, una chica que reconocía perfectamente. Su perfecta figura se dibujaba a través de la luz que emanaba del fuego. Su hermosa piel brillaba como las estrellas y notaba sus mejillas rosadas a causa del hervor de la madera próxima a ella. Me dirigió una amplia y preciosa sonrisa con aquellos grandes y profundos ojos marrones.
En este sueño no recuerdo la causa pero en aquel momento una inquietud me emanaba desde mis entrañas, sentía nauseas, miedo, pavor por revelar una realidad a la persona que amaba, aquella chica que tenia a mi izquierda, a Kosaki Onodera.

"¿Qué ocurre?" - Me preguntó.

No sabía que responder, pero sus ojos parecían que destruían mi muralla, mi máscara y podía leer mis pensamientos, como si fuese un libro abierto.

"Venga, cuéntamelo"- Me volvió a insistir.

Hice acopio de todo el valor que tenía y le conté la verdad. Le conté todo aquello que no recordaba pero que supuestamente  había ocurrido en aquel extraño sueño. Le conté la misión que me habían encomendado durante esta cruenta guerra, tuve que asesinar a unos niños inocentes, no era mi intención, fue inesperado pero aquello no arreglaba que había segado unas vidas que no tenían nada que ver con esa batalla. 
Tras aquellas declaraciones, Onodera estupefacta se levantó y me miró boquiabierta. Las sombras de las personas que nos acompañaban en aquella hoguera dislumbraron unas muecas furiosas y llenas de ira que perseguían con su mirada a mi persona. Sin poder articular palabra, se alzaron en armas y dispararon sin previo aviso. Di un brinco y salté de donde me encontraba y me dispuse a huir de aquel lugar. Miraba atrás, miraba a Onodera, triste por no poder disculparme y aclarar el malentendido pero juré que algún día me disculparía con ella.

Corrí por toda la estepa hasta encontrarme con una gran tubería de unas proporciones cercanas a los 3 metros tanto de largo como de ancho. Me introduje en aquel enorme cilindro esquivando los disparos que me venían por la espalda. En medio del acueducto encontré una bifurcación hacia el techo a través de unas pequeñas escaleras mohosas y sin pensarlo las escalé zafándome así de mis captores.

Después de esto me desperté....aún con mi promesa en mano y con intención de cumplirla. No podía dejar aquello a la deriva y aunque tardase décadas, jamás olvidaré lo que tengo pendiente de decir. Las palabras que debo decirte, Onodera.
























-Continuación en crónicas de un sueño 8.2-