viernes, 7 de agosto de 2015

Crónicas de un sueño 8.1




La noche era estrellada, una cálida brisa nos acariciaba. A lo lejos contemplé mi objetivo, una pequeña hoguera al raso que la flanqueaban algunas sombras que no pude determinar. 
Cuando llegué, me senté sobre la hierba con la intención de calentarme los huesos. A mi vera se encontraba una chica, una chica que reconocía perfectamente. Su perfecta figura se dibujaba a través de la luz que emanaba del fuego. Su hermosa piel brillaba como las estrellas y notaba sus mejillas rosadas a causa del hervor de la madera próxima a ella. Me dirigió una amplia y preciosa sonrisa con aquellos grandes y profundos ojos marrones.
En este sueño no recuerdo la causa pero en aquel momento una inquietud me emanaba desde mis entrañas, sentía nauseas, miedo, pavor por revelar una realidad a la persona que amaba, aquella chica que tenia a mi izquierda, a Kosaki Onodera.

"¿Qué ocurre?" - Me preguntó.

No sabía que responder, pero sus ojos parecían que destruían mi muralla, mi máscara y podía leer mis pensamientos, como si fuese un libro abierto.

"Venga, cuéntamelo"- Me volvió a insistir.

Hice acopio de todo el valor que tenía y le conté la verdad. Le conté todo aquello que no recordaba pero que supuestamente  había ocurrido en aquel extraño sueño. Le conté la misión que me habían encomendado durante esta cruenta guerra, tuve que asesinar a unos niños inocentes, no era mi intención, fue inesperado pero aquello no arreglaba que había segado unas vidas que no tenían nada que ver con esa batalla. 
Tras aquellas declaraciones, Onodera estupefacta se levantó y me miró boquiabierta. Las sombras de las personas que nos acompañaban en aquella hoguera dislumbraron unas muecas furiosas y llenas de ira que perseguían con su mirada a mi persona. Sin poder articular palabra, se alzaron en armas y dispararon sin previo aviso. Di un brinco y salté de donde me encontraba y me dispuse a huir de aquel lugar. Miraba atrás, miraba a Onodera, triste por no poder disculparme y aclarar el malentendido pero juré que algún día me disculparía con ella.

Corrí por toda la estepa hasta encontrarme con una gran tubería de unas proporciones cercanas a los 3 metros tanto de largo como de ancho. Me introduje en aquel enorme cilindro esquivando los disparos que me venían por la espalda. En medio del acueducto encontré una bifurcación hacia el techo a través de unas pequeñas escaleras mohosas y sin pensarlo las escalé zafándome así de mis captores.

Después de esto me desperté....aún con mi promesa en mano y con intención de cumplirla. No podía dejar aquello a la deriva y aunque tardase décadas, jamás olvidaré lo que tengo pendiente de decir. Las palabras que debo decirte, Onodera.
























-Continuación en crónicas de un sueño 8.2-

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