martes, 15 de julio de 2014

Inerion7


Capítulo séptimo
Noches de luna llena


Han pasado tres días desde lo de la chatarrería, mis heridas ya se han curado milagrosamente, solo tenía vendado el antebrazo izquierdo y la pierna derecha aunque podía caminar tranquilamente, pero en cambio no volví a ver  a Yuchiko desde la pelea y me preocupaba de que Mercedes, su tía, no la dejase salir de su casa hasta que se fuera a Madrid. Esa misma tarde subí a la azotea de mi casa y observé 
desde aquella distancia de que Yuchiko estaba en su cuarto. La ventana de su habitación estaba abierta con la luz encendida pero de repente escuché los pasos de alguien subiendo y cuando me doy cuenta 
veo a mi amigo Iván y…
- ¿y esas vendas, te has caído?- me preguntó
- calla- dije.
Cuando me volví hacía la ventana de Yuchiko ya estaba cerrada y con las cortinas bajadas.
- ¿qué miras?- me preguntó mientras intentaba averiguar lo que yo observaba- ¡ey, responde!
- maldita sea- murmuré
- tranquilo, tranquilo, que ya te dejo- dijo apartándose de mi lado.
- ¿para qué has venido?- le pregunté
- para pasar el rato
- pues ya puedes irte
- ¿y si no quiero?
- pues abúrrete ahí sentado porque yo me voy a quedar aquí hasta la noche- le contesté mientras volvía mi mirada hacia la ventana de Yuchiko.
Después de pasar un buen rato callados vi como una muchacha salía de la casa de Mercedes, debía ser Yuchiko por el pañuelo rojo que siempre le veía puesto y se dirigía hacia el final de la calle y sin más dilación me levanté y fui directo hacia ella sin recordar la visita de Iván que después se marchó a su 
casa enfadado.
Ya casi se veía la jaula del perro de caza de un vecino que se situaba al final de la calle y que doblando hacia la derecha en un camino entre un invernadero y un pequeño puente de unos tres metros nos 
situaba en el final del terreno y el transcurso del río Guadalquivir, allí estaba Yuchiko, sentada y 
mirando al río pensativa y con tristeza; me acerqué y le dije:
- buenas noches, Yuchiko
-……..
- ¿te gusta este sitio?
-…….si
- ¿Cómo estás?.... lo digo por lo del otro día
-……bien.
Aquella conversación no llegaba a ninguna parte, estaba muy recaída, casi a punto de llorar y cabizbaja contestó…
- …. El tres de enero me marcho a Madrid
- ¡¿tan pronto?!- grité sorprendido- pero, ¿pero cuando te lo han dicho?
- después de lo de la pelea, mi tía llamó a mi padre para que me recogiera antes de tiempo
- tranquila mujer, todavía quedan un par de días, no pasa nada
- pero si nochevieja es pasado mañana
- (¡¿eh?! Jo, como pasan los días) pues mañana nos iremos a Sanlúcar de Barrameda por la mañana temprano hasta la noche y tú verás lo bien que nos lo pasamos
- va…le, mañana a las ocho y media, ¿de acuerdo?- contestó secándose unas lágrimas que le caían de la cara
- ¡así me gusta, con entusiasmo!
- Je- me sonrió Yuchiko.
Le ofrecí mi mano para que Yuchiko pudiera levantarse más fácilmente y nos fuimos a nuestras respectivas casas. Por el camino de vuelta, caminando por un extremo de la carretera y bajo la luna 
llena podía observar la belleza que emitía la cara y los ojos de Yuchiko; era hermosa, no podía permitir perder la amistad que tenía con ella por nada en el mundo. Yo me quedé mirándola sonrojado y de repente ella me devolvió la mirada como si ella supiera desde el primer momento que yo la estaba mirando y me dijo:
- ¿te ocurre algo?
- ¡¿?! No, nada- contesté desviando mi mirada hacia el suelo.
Estuvimos un par de minutos en silencio, a lo legos ya se veía la casa de Mercedes, cuando entonces….
- lo siento, yo quería quedarme más tiempo aquí pero…- me dijo mientras caminábamos
- no lo sientas, yo también quería que te quedaras más pero si no se puede… ¡que le vamos ha hacer, ja, ja, ja!….- contesté con una mentira.
Yo no soportaba que Yuchiko se fuera pero no podía impedírselo a su padre por mucho que insistiera. Cuando llegamos a la casa de Mercedes, Yuchiko y yo nos paramos en la puerta y nos miramos mutuamente hasta que Mercedes salió y nos dijo:
- ¿Qué hacéis ahí fuera?, venga, entrad
- ¿yo… también?- pregunté señalándome con el dedo
- ¡claro!- prosiguió Yuchiko.
Yuchiko me agarró del brazo y me llevó hasta su habitación y consecutivamente cerró la puerta.
El tamaño de la habitación era como la mía, normal para un muchacho de quince años, lo suficientemente grande como para que quepa una cama, un ropero, un escritorio y algo más de por medio. Tenía un reloj arriba del escritorio que éste a su vez se situaba a la izquierda de la habitación, la cama se situaba frente a la puerta y en la pared de la cama estaba la ventana, a la derecha de la puerta estaba el ropero que llevaba colgado en el pomo izquierdo un peluche de un conejo blanco con ojos rojos y por último; la pared era de color blanca.
Yo me senté en su cama y Yuchiko en su silla de escritorio, yo no sabía que decir en ese momento, solo dejaba pasar el tiempo hasta que…
- oye, yo…- me dijo Yuchiko interrumpiéndose
- ¿eh?
- Alberto… yo lo…
- ¿Qué te pasa Yuchiko?
Y de repente Yuchiko sin yo saber porque me abrazó y empezó a llorar, yo no sabía que hacer en estos casos, solo la abracé y me mantuve en silencio hasta que Mercedes….
- Alberto, déjala, ven un momento.
No tuve más remedio que soltarla y salir de la habitación, Mercedes cerró la puerta y la seguí hasta el salón donde me ofreció sentarme en el sofá.
- ¿Qué le pasa a Yuchiko?- pregunté
- su madre está muy enferma.
Aquella respuesta me hubiera gustado no oírla, era por eso por lo que Yuchiko estaba tan recaída y
 triste.
- ¿Qué le ocurre?- pregunté asustado por la respuesta que me iba a dar
-tiene mucha fiebre y los doctores no saben porque
- ¿Cuánto lleva así?
- un par de semanas.
No sabía que contestar, solo estuve en silencio hasta que miré el reloj del vídeo y ya eran más de las 
diez de la noche.
- ya es muy tarde- contestó Mercedes levantándose del sofá
- adiós- dije mientras me dirigía a la salida.
Cuando llegué a mi casa no podía dejar de pensar en lo mal que lo estaba pasando Yuchiko y en lo triste que la veía, pero recordaba cuando estábamos en el final de la calle hablando y que mañana a las ocho y media iríamos a Sanlúcar pero…. con lo de su madre no sabría decir que fuese lo mejor para ella salir ese día. Pasara lo que pasara yo siempre estaría con ella en todo momento. Terminé de cenar, me acosté y como no podía conciliar el sueño me puse a pensar en Yuchiko, pasaron un par de horas y mi familia estaba dormida, eran las dos de la noche, me levanté y me asomé por la ventana del salón para ver lo 
que hacía Yuchiko, en el momento que puse mi mirada sobre la casa de Mercedes vi como Yuchiko 
salía y se dirigía nuevamente al final de la calle. Me prometí a mí mismo que siempre estaría con Yuchiko, y decidido me vestí y me fui detrás de ella.
Cuando llegué al final de la calle, Yuchiko ya estaba allí sentada en el suelo y mirando al río; me 
acerqué cuidadosamente y me incorporé a su lado.
- Mercedes me lo ha contado- dije- pero tranquila, todo saldrá bien, valla que sí
- ¿sabes una cosa?
- ¿el qué?- pregunté mirándola
- ¿sabes que si a las dos de la madrugada sales a mirar al mar con alguien que te importa los males desaparecen?- dijo Yuchiko levantando la cabeza
- jo, no lo sabía, esto… ¿sigues queriendo ir mañana a Sanlúcar?
- no lo sé- me contestó volviendo su mirada hacia el río- espera aquí un momento- dijo levantándose
- ¿A dónde vas?- pregunté con curiosidad
- tranquilo, espera aquí, ahora vuelvo.
No sabía lo que iba a hacer pero salió corriendo hacia la casa de su tía, la esperé durante un cuarto de hora más o menos hasta que volvió con algo en las manos, estaba envuelto en una tela y….
- toma, es para ti- me dijo Yuchiko entregándome el objeto que llevaba en las manos.
No podía aguantar la curiosidad y cuando lo abrí era…. ¡una katana!
- ¿Dónde has sacado esto?- pregunté desvainando la katana
- era de mi tatarabuelo
- ¿y me la das, así, sin más?- volví a preguntar envainándola
- pues claro, gracias a ti ya me siento mejor y además… tenía que darte las gracias de algún modo por 
lo que hiciste por mí en la chatarrería
- con las gracias sobraba, bueno… de todas formas… gracias, Yuchiko.
Vi como Yuchiko se sonrojaba, y después de aquella ofrenda nos fuimos a dormir.   
   



No hay comentarios:

Publicar un comentario